Juancho Armental (foto D. Gestoso)
Hace unos días completé mi último reto deportivo de los propuestos para este 2010. Atravesé a nado los casi 22 kilómetros de toda la ría de Arousa en aproximadamente siete horas y media, y por ello mi equipo y yo hemos recibido felicitaciones, halagos y supongo que también alguna crítica por parte de la gente. Exponerse es lo que tiene; tanto te aman como te odian, pues sólo lo que cada uno entiende como extraordinario provoca admiración.
Continuando el camino que es de lo que se trata, ahora toca sacar lecturas útiles de todo lo que he pasado en esta “experiencia límite”, pues un reto sin conclusiones es como una película sin argumento; no tiene sentido.
Un amigo y fantástico periodista me hizo el otro día una entrevista de esas que provocan reflexiones profundas. Una de sus preguntas me pedía que encontrara, dentro de lo que pasé en esta última travesía, conclusiones que nos puedan servir a todas las personas en nuestro día a día. Orientándonos al ámbito laboral y/o empresarial, lecturas que nos puedan servir en el trabajo o para nuestra empresa.
Os defino la situación. La experiencia fue horrible casi desde el principio aunque no era lo que esperaba. Cuando llevaba transcurrida sólo una hora de trayecto y debido al continuo sube/baja que provoca el mar de fondo, ya estaba mareado. Tampoco voy a explicar lo que es un mareo, pero fue de esos que se llevan y terminan mal, muy mal. El problema es que el clímax del mareo se dio cuando me quedaban por delante más de 15 kilómetros por recorrer, por lo que nos da una idea de cómo estaban las cosas.
Mis planes antes de la ruta se centraban en dosificar mis fuerzas y dejarme llevar por mis sensaciones en el agua, encontrando un ritmo cómodo y tratando de estar cerca de los dos kilómetros cada media hora. Pero el plan ya no valía, había que cambiar el chip porque la situación había cambiado. Creo que sé por qué llegué hasta el final y os lo quiero contar. De un modo ordenado por importancia, creo que mi “coco” fue valorando estas cuestiones que creo nos pueden servir a todos a la hora de abordar algún reto sea cual sea el ámbito en el que nos los planteemos:
- Merecía la pena. Cuando abordé la travesía, como hago en mi trabajo, en mi empresa o en mi vida ante algo relevante, empiezo por pensar si las consecuencias de lo que voy a afrontar realmente me van a merecer la pena teniendo en cuenta las dificultades, las inversiones y las improbabilidades de que las expectativas al final se cumplan. Me imagino la realidad después de alcanzar el objetivo y valoro si merece la pena emprender el duro camino. El proceso no reviste dificultad. Hago un estudio de costes y beneficios pero siempre empiezo por ilusionarme y pensar en lo que me reportará el éxito más que en lo que voy a sufrir. Si el resultado de esa negociación entre el Juancho soñador, el que piensa en el final feliz e ideal, y el Juancho conservador, el que piensa en las trabas, en los posibles problemas, en las dificultades que abordar y en que a lo mejor no se consigue lo que pretendo, es satisfactoria, arranco el proyecto. Si no creo que merezca la pena, no tengo fuerzas para arrancar.
- Era posible. Dentro de esta negociación de la que os hablo valoro si estoy capacitado o tengo recursos, no los óptimos, pero si por lo menos los mínimos o suficientes para abordar la aventura. Me refiero a recursos generales, tanto personales, personas o medios materiales. Querer no es poder por mucho que nos quieran convencer, así que es necesario conocer nuestras posibilidades reales ante todas las dificultades que se van a poder dar no sólo para cumplir el plan, sino también para conseguir los objetivos tras alcanzar la meta. Trato de “Loitar contra o Imposible”, así he definido mi proyecto, pero empiezo por descifrar si existe posibilidad. Si no es posible hacerlo, sé que no lo conseguiré.
- Estaba comprometido. En este 2010 llevé mi compromiso a niveles insospechados. Primero implicando en esta historia a más gente de la que seguro podría contar. Segundo movilizando a toda la prensa a mi alcance para devolver protagonismo a todos los que apostaron por mi idea, desde mi equipo técnico hasta los patrocinadores e instituciones. Tercero luchando a capa y espada por no fallar en mi pronóstico de nadar esa distancia y por no caer en el contravalor de “ser un bocas” ante los demás. Más que tener en consideración las inversiones realizadas en tiempo y dinero, más que haber ido cumpliendo las expectativas en la preparación, lo que fue definitivo a la hora de no decidir pararme fue “no querer fallar” una vez más. Por todo esto tenía que llegar hasta el final. Si no estuviera en cuestión mi crédito, no soportaría el mareo de mi vida.
- Sabía cómo hacerlo. Ya he hecho travesías con anterioridad bajo esta misma óptica. Esta estaba dentro de mis posibilidades porque he escalonado bien las metas hasta el momento. Empezar de menos e ir a más conociendo las dificultades y los pasos según vamos evolucionando, es esencial. A lo largo de toda mi experiencia en esta aventura de retos he sido muy sensible a los posibles errores cometidos, y uno de ellos ha sido pararme a contemplar demasiado tiempo las metas, los finales. Sé qué necesito y a quien necesito exactamente a medida que aumento las dificultades, sé qué debemos controlar y qué valorar, sé a qué me deben ayudar, qué reglas establecer y cómo proceder para alcanzar éxito, etc., por lo que seleccionar el equipo y asignarles misiones es básico. Pero lo que resulta crucial en los momentos más difíciles es saber fragmentar la dificultad para poder digerirla con éxito, como decía mi maestro Pep Marí. Si no supiera cómo hacerlo, seguro que me habría equivocado en cosas básicas.
- Atendí a lo más importante. El plan inicial no valía. Creo que parte del éxito partió de cambiar la estrategia y cambiar la atención a las cuestiones más relevantes del plan en cuanto las cosas se pusieron mal. Daba igual el mareo, pues no lo podíamos subsanar. Sólo nos quedaba asegurar la temperatura del cuerpo y los niveles de glucosa en sangre, que por otra parte había sido lo que en un intento anterior me había mandado al hospital. Si no me centrara en lo relevante, lo irrelevante no me socorrería de un abandono forzado.
En la vida las grandes decisiones deben basarse en las respuestas a estas cinco preguntas: 1, ¿merece la pena hacerlo? 2, ¿es posible que lo consigamos? 3, ¿estoy o me siento comprometido? 4, ¿sé lo que tenemos que hacer? y 5, ¿sé a qué atender prioritariamente? A medida que crecen las dificultades las últimas respuestas serán básicas para alcanzar las metas, siempre siguiendo este orden, y siempre que las anteriores obtuvieran respuestas positivas.
En su día Steve Jobs, Director Ejecutivo de Apple Computer y Pixar Animation Studios, concluía magistralmente su exposición en un acto de graduación en la Universidad de Stanford diciendo lo siguiente: “manteneos alocados; manteneos hambrientos”. Alocado por hacer lo que para muchos es imposible, hambriento por crecer y mejorar en cada momento.
Hasta pronto.
Juancho Armental
Consultor de RRHH y Rendimiento
Posted via email from Certo.gl, o xornal dixital de Barbanza e Noia
1 comentario:
Parabéns novamente.. Boa reflexión.
Manuel.
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